lunes, 12 de abril de 2010

La salud es una prioridad, es muy productiva, y depende de la educación

En primer lugar la salud es una prioridad debido al estado en nuestro país. Las cifras indican que Argentina posee un buen estado de salud de la población que además parecía haber mejorado en los últimos años según se deja concluir por el descenso de la mortalidad infantil y el aumento de la expectativa de vida al nacer. Sin embargo, la distribución de los beneficios es muy asimétrica, con una gran variación regional. En cuanto a la mortalidad total, predominan las causas vasculares como en el mundo desarrollado, pero nuevamente en este punto se observan fuertes asimetrías siendo muy importantes las enfermedades infecciosas en el norte, una característica de países subdesarrollados. A la inequidad en la distribución de la salud hay que sumarle una población envejecida con 28% de los habitantes menores de 15 años y 10% con 65 o más años de edad, hecho que agrega una pesada carga al sistema previsional. El cataclismo económico del último semestre ha desabastecido los hospitales al nivel de la emergencia, aumentado los índices de desnutrición, y hay que ver lo que vaya a ocurrir con la mortalidad cardiovascular, cuya tasa aumenta casi al doble con la desocupación según se ha visto en la Rusia post-comunista, en los obreros desocupados de Gran Bretaña, y en la Alemania del Este reunificada. Por otro lado el gasto de salud en Argentina es ineficiente, y en mi opinión, bajo, si se lo compara con países desarrollados.

Además, la buena salud genera riqueza y es uno de los motores del desarrollo sustentable. Invertir en salud es un negocio formidable para la economía de una nación. La salud, medida como expectativa de vida al nacer, y el “ingreso per capita” se correlacionan positivamente (World Bank, World Development Indicators 1999; World Bank DC, 1999. En: http://www-wds.worldbank.org/); los países con mayor ingreso per capita poseen mayor expectativa de vida al nacer. Por otro lado, la carga impuesta por la enfermedad a una sociedad, determinada como los días de vida perdidos por muertes precoces más aquellos vividos con una dishabilidad también es mayor en los países más pobres, con una enorme parte del impacto producida por enfermedades contagiosas, las cuales se asocian más al estado de ciertas condiciones sanitarias mínimas (Basic Indicators. In: World Health Organization. Health systems: improving performance. World Health Report 2000.). Además, la probabilidad de morir es mayor en las naciones más pobres, prácticamente a todas las edades.

En opinión de Bloom y Canning, de Harvard y Belfast respectivamente (Bloom DE, Canning D. The health and wealth of nations. Science 2000; 287: 1207-9), la enfermedad como problema social puede afectar la productividad de una nación: debido a que las poblaciones con mejores niveles de salud tenderían a poseer mejores condiciones de productividad, las poblaciones más sanas tienden a invertir más en educación, la longevidad aumenta el ahorro provisional que a su vez promueve la inversión, y la caída en las tasas de mortalidad infantil y perinatal se asocian a un aumento de la fuerza laboral en pocos años. La caída de la mortalidad infantil predice que un país va a comenzar en breve a crecer económicamente. Por otro lado, un país con 5 años más de expectativa de vida al nacer crecerá 0,3% a 0,5% por año más rápido que su contrapartida con peor salud.

Pero la salud depende ante todo de la educación. El conocimiento es probablemente el factor que más profundamente afecta el desarrollo de un país; se ha tomado el ejemplo de Korea del Sur donde el éxito obtenido en términos de crecimiento económico y mejoría de sus estándares de salud se atribuye al manejo que esa nación realizó en el área del conocimiento (tecnología, educación) (World Development Report 1998/99: Knowledge for Development. New York 1999. Oxford University Press). Medicamente hablando, las personas mejor educadas son más sanas: viven más y padecen menor número de enfermedades (Goldman D, Lakdawalla D. Understanding health disparities across education groups. National Bureau of Econimic Research Working Paper No. w8328, June 2001. http://www. nber.org/papers/w8328), lo que ha permitido hipotetizar que invertir en áreas de desarrollo no estrictamente médicas (como ser el caso de la escolaridad) tendría un fuerte impacto en la salud de la población (Pincus T, Esther R, DeWalt DA, Callahan LF. Social conditions and self-management are more powerful determinants of health than access to care. Annals of Internal Medicine 1998; Vol. 129: 406-411). La alfabetización materna es un caso paradigmático; si se siguen los datos provistos por la Organización Mundial de la Salud es posible encontrar una estrecha correlación entre el grado de alfabetización de las madres y la tasa de mortalidad materna a lo largo de las diferentes regiones del planeta. Aún considerando variaciones debidas al grado de cobertura otorgado por el sistema sanitario es innegable que a mayor alfabetización, menor mortalidad materna; resultados similares se han obtenido al investigar las relaciones entre cáncer de mama y alfabetización de las mujeres, y entre otros parámetros de salud y el nivel de instrucción de la población. En los países pobres invertir en educación es una prioridad sanitaria y un mínimo de escolaridad es una medida costo-efectiva para mejorar la salud de todos (World Bank. World Development Report 1993: Investing in health. New York 1993. Oxford University Press).

Llamativamente las relaciones entre salud y educación no se limitan a países emergentes; entre las personas que sufren un infarto agudo de miocardio las menos instruidas mueren más, y en Estados Unidos se ha observado que la mortalidad por todas las causas luego de los 25 años de edad disminuye sensiblemente a medida que aumenta el número de años de instrucción recibidos; esta asociación se ha reproducido en otros estudios y en países tales como Holanda, Noruega, Inglaterra, y Finlandia. Más aún, se ha visto que la intervención en la comunidad con planes educativos es capaz de reducir la prevalencia de = factores de riesgo coronario y otras afecciones. La mortalidad por todas las causas se distribuye conformando un gradiente a través de los diferentes niveles educativos y si bién las diferencias socioeconómicas explican parte del efecto todavía queda un importante lugar para la instrucción en sí como fuente de salud (Kaplan GA, Keil JE. Special report: socioeconomic factors and cardiovascular disease: a review of the literature. Circulation 1993; Vol. 88: 1973-1998). Nuevamente en USA, no terminar los estudios escolares superiores se asocia a un aumento considerable de las probabilidades de padecer artritis, ataque cardíaco, diabetes, epilepsia, ataque cerebral, y otras enfermedades crónicas antes de los 65 años de edad (Pincus T, Callahan LF, Burkhauser RV. Most chronic diseases are reported more frecquently by individuals with fewer than 12 years of formal education in the age 18-64 United States population. Journal of Chronic Diseas 1987; Vol. 40: 865-74). Pero con poca educación no solo se vive menos, sino que además se vive peor. En un censo de salud realizado entre 1996 y 1997 en Canadá, solamente el 19% de las personas con instrucción secundaria incompleta reportó que su salud fuera excelente, contra el 30% de las personas con estudios universitarios. Las personas con más años de escolaridad no solo se sienten mejor de salud, sino que además ganan más dinero, como ha sido demostrado permanentemente en los estudios macroeconómicos.

Como conclusión entonces. Los 35 años más de expectativa de vida que puede disfrutar el mundo desarrollado hoy en día en comparación con cien años atrás es un privilegio de los grupos más educados; el problema sanitario es urgente, es verdad, pero saber más y mejores cosas es el núcleo de la problemática humana; como observa Aristóteles en su Política: “...que el legislador debe ocuparse sobre todo de la educación de los jóvenes, nadie lo discutiría. De hecho, en las ciudades donde no ocurre así, eso daña los regímenes políticos...”, y era Platón quien contaba de unos famosos médicos tracios que advertían jamás intentar curar el cuerpo sin atender primero al alma del paciente, la cual se curaba con sabiduría. La educación es un valor con profundos efectos en todas las áreas de la persona y los datos en salud no hacen más que acentuar la urgencia de políticas destinadas a que la gente sepa más y mejor, considerando que quien más sabe, más desea saber, al igual que quien más vive, más desea vivir.

Por qué la salud debe ser prioritaria

En primer lugar la salud es una prioridad debido al estado de la misma en nuestro país. Las cifras indican que Argentina posee un buen estado de salud de la población que además parecía haber mejorado en los últimos años según se deja concluir por el descenso de la mortalidad infantil y el aumento de la expectativa de vida al nacer. Sin embargo, la distribución de los beneficios es muy asimétrica, con una gran variación regional. En cuanto a la mortalidad total, predominan las causas vasculares como en el mundo desarrollado, pero nuevamente en este punto se observan fuertes asimetrías siendo muy importantes las enfermedades infecciosas en el norte, una característica de países subdesarrollados. A la inequidad en la distribución de la salud hay que sumarle una población envejecida con 28% de los habitantes menores de 15 años y 10% con 65 o más años de edad, hecho que agrega una pesada carga al sistema previsional. El cataclismo económico del último semestre ha desabastecido los hospitales al nivel de la emergencia, aumentado los índices de desnutrición, y hay que ver lo que vaya a ocurrir con la mortalidad cardiovascular, cuya tasa aumenta casi al doble con la desocupación según se ha visto en la Rusia post-comunista, en los obreros desocupados de Gran Bretaña, y en la Alemania del Este reunificada. Por otro lado el gasto de salud en Argentina es ineficiente, y en mi opinión, bajo, si se lo compara con países desarrollados.

Además, la buena salud genera riqueza y es uno de los motores del desarrollo sustentable. Invertir en salud es un negocio formidable para la economía. La salud, medida como expectativa de vida al nacer, y el “ingreso per capita” se correlacionan positivamente (World Bank, World Development Indicators 1999; World Bank DC, 1999. En: http://www-wds.worldbank.org/); los países con mayor ingreso per capita poseen mayor expectativa de vida al nacer. Por otro lado, la carga impuesta por la enfermedad a una sociedad, determinada como los días de vida perdidos por muertes precoces más aquellos vividos con una dishabilidad también es mayor en los países más pobres, con una enorme parte del impacto producida por enfermedades contagiosas, las cuales se asocian más al estado de ciertas condiciones sanitarias mínimas (Basic Indicators. In: World Health Organization. Health systems: improving performance. World Health Report 2000.). Además, la probabilidad de morir es mayor en las naciones más pobres, prácticamente a todas las edades.

En opinión de Bloom y Canning, de Harvard y Belfast respectivamente (Bloom DE, Canning D. The health and wealth of nations. Science 2000; 287: 1207-9), la enfermedad como problema social puede afectar la productividad de una nación: debido a que las poblaciones con mejores niveles de salud tenderían a poseer mejores condiciones de productividad, las poblaciones más sanas tienden a invertir más en educación, la longevidad aumenta el ahorro provisional que a su vez promueve la inversión, y la caída en las tasas de mortalidad infantil y perinatal se asocian a un aumento de la fuerza laboral en pocos años. La caída de la mortalidad infantil predice que un país va a comenzar en breve a crecer económicamente. Por otro lado, un país con 5 años más de expectativa de vida al nacer crecerá 0,3% a 0,5% por año más rápido que su contrapartida con peor salud.

Pero sucede que la salud depende ante todo de la educación. El conocimiento es probablemente el factor que más profundamente afecta el desarrollo de un país; se ha tomado el ejemplo de Korea del Sur donde el éxito obtenido en términos de crecimiento económico y mejoría de sus estándares de salud se atribuye al manejo que esa nación realizó en el área del conocimiento (tecnología, educación) (World Development Report 1998/99: Knowledge for Development. New York 1999. Oxford University Press). Medicamente hablando, las personas mejor educadas son más sanas: viven más y padecen menor número de enfermedades (Goldman D, Lakdawalla D. Understanding health disparities across education groups. National Bureau of Econimic Research Working Paper No. w8328, June 2001. http://www. nber.org/papers/w8328), lo que ha permitido hipotetizar que invertir en áreas de desarrollo no estrictamente médicas (como ser el caso de la escolaridad) tendría un fuerte impacto en la salud de la población (Pincus T, Esther R, DeWalt DA, Callahan LF. Social conditions and self-management are more powerful determinants of health than access to care. Annals of Internal Medicine 1998; Vol. 129: 406-411). La alfabetización materna es un caso paradigmático; si se siguen los datos provistos por la Organización Mundial de la Salud es posible encontrar una estrecha correlación entre el grado de alfabetización de las madres y la tasa de mortalidad materna a lo largo de las diferentes regiones del planeta. Aún considerando variaciones debidas al grado de cobertura otorgado por el sistema sanitario es innegable que a mayor alfabetización, menor mortalidad materna; resultados similares se han obtenido al investigar las relaciones entre cáncer de mama y alfabetización de las mujeres, y entre otros parámetros de salud y el nivel de instrucción de la población. En los países pobres invertir en educación es una prioridad sanitaria y un mínimo de escolaridad es una medida costo-efectiva para mejorar la salud de todos (World Bank. World Development Report 1993: Investing in health. New York 1993. Oxford University Press).

Llamativamente las relaciones entre salud y educación no se limitan a países emergentes; entre las personas que sufren un infarto agudo de miocardio las menos instruidas mueren más, y en Estados Unidos se ha observado que la mortalidad por todas las causas luego de los 25 años de edad disminuye sensiblemente a medida que aumenta el número de años de instrucción recibidos; esta asociación se ha reproducido en otros estudios y en países tales como Holanda, Noruega, Inglaterra, y Finlandia. Más aún, se ha visto que la intervención en la comunidad con planes educativos es capaz de reducir la prevalencia de = factores de riesgo coronario y otras afecciones. La mortalidad por todas las causas se distribuye conformando un gradiente a través de los diferentes niveles educativos y si bién las diferencias socioeconómicas explican parte del efecto todavía queda un importante lugar para la instrucción en sí como fuente de salud (Kaplan GA, Keil JE. Special report: socioeconomic factors and cardiovascular disease: a review of the literature. Circulation 1993; Vol. 88: 1973-1998). Nuevamente en USA, no terminar los estudios escolares superiores se asocia a un aumento considerable de las probabilidades de padecer artritis, ataque cardíaco, diabetes, epilepsia, ataque cerebral, y otras enfermedades crónicas antes de los 65 años de edad (Pincus T, Callahan LF, Burkhauser RV. Most chronic diseases are reported more frecquently by individuals with fewer than 12 years of formal education in the age 18-64 United States population. Journal of Chronic Diseas 1987; Vol. 40: 865-74). Pero con poca educación no solo se vive menos, sino que además se vive peor. En un censo de salud realizado entre 1996 y 1997 en Canadá, solamente el 19% de las personas con instrucción secundaria incompleta reportó que su salud fuera excelente, contra el 30% de las personas con estudios universitarios. Las personas con más años de escolaridad no solo se sienten mejor de salud, sino que además ganan más dinero, como ha sido demostrado permanentemente en los estudios macroeconómicos.

Como conclusión entonces. Los 35 años más de expectativa de vida que puede disfrutar el mundo desarrollado hoy en día en comparación con cien años atrás es un privilegio de los grupos más educados; el problema sanitario es urgente, es verdad, pero saber más y mejores cosas es el núcleo de la problemática humana; como observa Aristóteles en su Política: “...que el legislador debe ocuparse sobre todo de la educación de los jóvenes, nadie lo discutiría. De hecho, en las ciudades donde no ocurre así, eso daña los regímenes políticos...”, y era Platón quien contaba de unos famosos médicos tracios que advertían jamás intentar curar el cuerpo sin atender primero al alma del paciente, la cual se curaba con sabiduría. La educación es un valor con profundos efectos en todas las áreas de la persona y los datos en salud no hacen más que acentuar la urgencia de políticas destinadas a que la gente sepa más y mejor, considerando que quien más sabe, más desea saber, al igual que quien más vive, más desea vivir.