jueves, 9 de agosto de 2012

Ciudades y Diferencias Socio-Económicas


El proceso de urbanización es, según queda claro por las evidencias actuales, parte integral del propio proceso de desarrollo[1], y el verdadero desafío para los gobiernos es cómo aprovechar al máximo sus beneficios en este sentido. Vale decir, cómo utilizar la tendencia de los hombres a vivir en ciudades, como una herramienta adicional en el proceso de crecimiento económico y desarrollo humano. De hecho el grado de urbanización de un país se correlaciona con su nivel de riqueza, y ambas variables se mueven juntas a lo largo del tiempo. La evidencia empírica muestra que al aumentar el grado de urbanización de un país, también lo hace su nivel de riqueza medido en ingreso per cápita (Figura 1) [2]. En general, los países reducen sus niveles de pobreza en conjunto con su urbanización progresiva[3].






Sin embargo se ha hecho notar que la relación no es exactamente directa. Prueba de ello es el hecho de que África y Asia se han urbanizado prácticamente a la misma velocidad, aunque su desarrollo económico ha sido enormemente dispar[1].
Las causas de esta relación permanecen inciertas. Si el desarrollo favorece la urbanización o viceversa, no ha sido dilucidado. Lo máximo que se puede afirmar es que las ciudades más grandes florecen en las economías más grandes de cada región tomada en sí misma[2], lo que debe ser diferenciado de las comparaciones internacionales. De todos modos, el proceso de urbanización se ha visto asociado a una serie de cambios positivos a nivel de innovación tecnológica, educación, y emprendimientos, que harían pensar que se trata de una ventaja competitiva a la hora de desarrollar actividades económicas. Una cuestión indudable también es que los habitantes de las ciudades son, en proporción, más ricos que los de su connacionales rurales (Figura 2) [3]. En efecto, las ciudades acumulan una proporción mayor del PBI nacional por habitante, que las regiones no urbanizadas.




[1] David E. Bloom, Tarun Khanna. Urban revolution. Finance & Development, September 2007, p.9-14
[2] David Vlahov, Nicholas Freudenberg, Fernando Proietti, Danielle Ompad, Andrew Quinn, Vijay Nandi, Sandro Gale. Urban as a Determinant of Health. Journal of Urban Health: Bulletin of the New York Academy of Medicine 2007; Vol. 84, No. 1 doi:10.1007/s11524-007-9169-3
[3] United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division, UN-HABITAT (2008). State of the World’s Cities 2010/2011. Bridging The Urban Divide. London 2008.

[1] United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division, UN-HABITAT (2008). State of the World’s Cities 2010/2011. Bridging The Urban Divide. London 2008.
[2] United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division, UN-HABITAT (2008). State of the World’s Cities 2010/2011. Bridging The Urban Divide. London 2008.
[3] Martín Ravallion. Urban poverty. Finance & Development, September 2007, p.15-17

Teléfonos celulares y cáncer


Días atrás la Organización Mundial de la Salud concluyó que la evidencia actual en materia de celulares y cáncer es “limitada”; técnicamente hablando, se observó alguna asociación estadística entre celulares y gliomas, que podría deberse a relación causa-efecto, azar, o a errores de las investigaciones. Segundo, la evidencia hallada fue técnicamente “inadecuada” para definir la cuestión en uno u otro sentido. Tercero, el comité de expertos dijo no poder decir cuánto aumentaría la probabilidad de cáncer de cerebro con el uso de celulares. Por último, la evidencia bastaría para ubicar los dispositivos en el grupo 2B, junto al talco corporal, los implantes quirúrgicos, el café, o trabajar en la industria textil o de bombero.
El comunicado es impecable, propio de una institución del prestigio de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, el público destinatario podría interpretarlo únicamente con avanzados conocimientos de bioestadística, y uno de los expertos tenía pocos fundamentos para recomendar “pragmáticamente” usar “manos libres” y “mensajes de texto” ¡a 3.000 millones de personas en todo el mundo!
Asociación estadística
Algunos estudios muestran tenue “asociación estadística” entre uso de celular y ciertos tumores cerebrales. Estos niveles de asociación son médicamente relativos. Dos circunstancias pueden asociarse por pura casualidad u otros factores. Por ejemplo, la mayoría de los fallecidos en accidentes aéreos pertenecen a niveles sociales medios y altos, de lo cual sería erróneo deducir una relación causal entre ingresos y estos accidentes, cuando el verdadero factor “asociador” es el precio de los pasajes. Falacias similares abundan en medicina.
Por otro lado, dos circunstancias pueden estar estadísticamente asociadas a causa del azar. Errores de este tipo son más frecuentes aún. De hecho, en investigación clínica se suele aceptar un 5% de posibilidades de “azar” en el hallazgo.
No queremos decir que sea éste el caso de las investigaciones sobre celulares y cáncer, pero frente a evidencias “limitadas” e “inadecuadas”, no pueden descartarse errores de este tipo.
Además, decir que los celulares aumentan 40% el riesgo de glioma luego de 10 años de uso equivale a pasar de 2 a 3 casos nuevos cada 100.000 habitantes por año. Evidentemente es importante cuantificar el riesgo.
Pero fundamentalmente, la incidencia de cáncer de cerebro en adultos en el primer mundo ha venido disminuyendo, a pesar del aumento exponencial de celulares.
Yerran los físicos
Físicos e ingenieros desmintieron las declaraciones de la OMS, argumentando que las microondas no son ionizantes, luego no producen cáncer. El argumento no vale en medicina; tampoco lo hacen el humo del cigarrillo o el arsénico, dos poderosos cancerígenos. A modo de ejemplo, una pequeña reacción inflamatoria causada por múltiples estímulos podría desencadenar un tumor, independientemente de la ionización. Esto es posible, aunque muy poco probable, ya que ni los modelos experimentales ni los estudios epidemiológicos indican hoy que la relación exista. Hay que seguir investigando.
Lo posible y lo probable
El inconveniente en todo este enredo parte de la distinción entre lo posible y lo probable. Que algo sea “posible”, en medicina significa que algún mecanismo fisiológico podría explicarlo. Pero su probabilidad depende ya de la frecuencia con que efectivamente se observe en la población. Y esto es una cosa muy distinta. El informe de la OMS no fue claro en cuanto a esta distinción, y la confusión posterior ejemplificó uno de los errores más frecuentes en comunicación médica. Los galenos hablamos en difícil, y está mal; pero a veces, es casi imposible que alguien no entrenado en este oficio comprenda qué es lo que verdaderamente quisimos decir cuando hablamos. Entonces es mejor no decirlo, porque los intentos de traducción pueden transformar el asunto en un escándalo.