Luego de una larga conversación con un colega y amigo se planteó la necesidad de reflexionar acerca de la naturaleza del acto médico. Esta necesidad es urgente, porque el desconocimiento de la esencia de algo termina haciendo ignorar su finalidad, y por último su sentido en la vida.
EL debate es imprescindible; haciendo un paralelismo con lo que dicen Adorno y Horkheimer en “La dialéctica de la ilustración”, si la medicina moderna no acepta el momento de pensar sobre sí misma, firma su propio certificado de defunción: la práctica de remediar, en el sentido más tecnológico de la palabra, probablemente no desaparezca; pero lo que se encuentra amenazado es el acto curativo, capaz de devolver la salud total a la persona. Opina Von Gebsattel que la esencia de la relación médico paciente es la de la relación “necesidad-ayuda”; ésta se encuentra coloreada en sus matices fundamentales por el encuentro personal, con sus implicancias de unicidad y trascendencia. Es cosa seria el papel social de ayudar tal y cual como lo encarna el médico; está ligado al hombre en una línea remota de su psiquismo; el rol del médico responde a una necesidad ancestral tan honda como la familia o el consejero, son parte del modo natural de ser de la persona humana. Este acto, el médico, como cualquiera de esas grandes acciones humanas: el amor, el consejo, la familia, los festejos, y tantas otras, requiere una serie de condiciones sin las cuales su misma posibilidad es amenazada de raíz. ¿No pasará con lo médico como ocurre con el consejo?¿Qué así como a veces es imposible aconsejar, dado las circunstancias, del mismo modo se vuelve imposible el curar? No nos referimos a calmar el dolor, bajar la presión, o quitar la infección; estas cosas muchas veces terminan siendo, simplemente, uno de tantos otros modos de “salir del paso”. El curar implica también una reconciliación del paciente con su modo real de ser, la aceptación de una limitación, por ejemplo, y a su vez una acción didáctica tendiente a “vivir mejor” y a superarse.