martes, 13 de enero de 2009

El Problema de las Caídas en el Anciano


Es sumamente difícil definir una caída, especialmente a los efectos del diseño de estudios de investigación. Una definición posible sería aquella que diga que una caída es un “contacto intencional con el suelo que posee como factor causal más importante un defecto en los mecanismos destinados a mantener la bipedestación y la marcha. Desde el punto fenomenológico es
 muy sofisticado intentar demostrar la falla de estos mecanismos neuromusculares, pero se supone la misma cuando el estímulo ambiental para la caída es francamente inferior al esperado en condiciones normales.

La incidencia de caídas registrada varía según los trabajos, pero oscila entre el 28 y 35% para los mayores de 65 años, y entre el 32 y el 42% para los mayores de 75 años. Una persona que haya sufrido una caída adquiere un riesgo de 1.66 de volverse a caer en el año subsiguiente.

De todas las caídas el 44% ocurren en la propia vivienda en el caso de los hombres, y en el 65% en el caso de las mujeres, más de día que de noche, y especialmente durante los fríos meses de invierno. Casi un 50% de los pacientes internados en una institución geriátrica se ha caído el año previo a la realización del relevo de datos.

Las consecuencias más temidas de las caídas son la fractura (especialmente de cadera)  y el traumatismo de cráneo. Para la mujer blanca, el riesgo de fracturas a lo largo de su vida es del 20% para fracturas vertebrales, 15% para fracturas de la muñeca, y del 18% para fractura de cadera. En el caso de los hombres el riesgo de fractura de cadera a lo largo de toda su vida es del 6%; el pico de incidencia ocurre luego de los 85 años de edad. La incidencia aumenta asociada al aumento del riesgo de caídas y a disminución de la fortaleza ósea por osteoporosis.

Como factores de riesgo para la fractura de cadera se han identificado la edad avanzada, fractura de la madre, uso de psicofármacos, falta de ejercicio (especialmente caminata), incapacidad para levantarse de una silla sin ayuda, bradicardia inferior a 80 pulsaciones por minuto en reposo, entre los más importantes. La fractura de cadera en una mujer aumenta un 20% la mortalidad en el año subsiguiente a que ésta hubiere ocurrido, y el 50% de las mujeres que eran independientes antes de la fractura se vuelven dependientes luego de la misma.

Otras heridas son más comunes durante la internación, y en este sentido el diseño hospitalario (ausencia de escalones, ubicación de las camas a la vista de la estación de enfermería) es uno de los principales factores de protección.

Como intervenciones adecuadas para prevenir las fracturas vertebral y de cadera en la mujer, hormonoterapia de reemplazo (especialmente en el caso de las vertebrales), la actividad física, modificaciones del ambiente, ingesta de calcio, y el uso de pantalones protectores (con laterales acolchados).

El problema de las caídas es verdaderamente importante en el plano de la salud pública, y lo será más conforme la proporción de personas en riesgo aumenta en el todo social. Un punto central es la prevención mediante la recreación de un ambiente más seguro y el fortalecimiento mediante la actividad física.