La actual pandemia de gripe porcina es un evento para el cual la comunidad científica dedicada a monitorear la salud global, se venía preparando desde hace algunos años (1). El tema venía siendo objeto de investigación debido a su implicancias en cuanto a la producción mundial de vacunas apropiadas, la regulación o no del tránsito de personas y bienes, los protocolos de manejo de crisis, la capacidad instalada para hacer frente a una demanda masiva de drogas complejas y requerimientos de asistencia ventilatoria avanzada. Ahora bien, como todo en la percepción humana, la recepción de un acontecimiento suele estar fuertemente condicionada por las experiencias pasadas de la misma índole. Cuando esta experiencia falta dentro de un límite de tiempo adecuado como para ser efectiva, como ha sido nuestro caso, entonces resta apelar a la memoria mítica, o volver a la investigación científica.
En un artículo recientemente publicado en el New England Journal of Medicine (2), un grupo de investigadores describe las características de 642 casos de S-OIV confirmados en Estados Unidos. El rango etario va de 3 meses a 81 años de edad, en los Estados Unidos 16% de los pacientes habían viajado recientemente a México, y 16% se asociaron a brotes en escuelas. El 94% de los casos se presentó con fiebre, 92% tenía tos, y 66% odinofagia. En 25% de los casos hubo diarrea, y 25% vómitos. Un 9% de los pacientes requirió hospitalización, con cuadros de pneumonía, falla respiratoria, y 2 casos fallecieron. Los autores sostienen que se confirman menos casos que los reales.
Hasta aquí un relato sencillo de las características actuales de esta nueva pandemia de gripe. La pregunta surge entonces respecto del futuro. En este sentido se han analizado las epidemias ocurridas entre 1918, 1919, 1957, 1963, 1968, y 1970. Estas pandemias se caracterizaron por un cambio en el subtipo de virus, corrimiento de la mortalidad hacia pacientes de edades más jóvenes, la aparición de oleadas sucesivas, mayor trasmisibilidad que la influenza estacional, y la distribución asimétrica del impacto de acuerdo a regiones geográficas diversas.
Evidentemente de todos estos aspectos característicos del pasado, el más alarmante es el corrimiento de la edad de mayor riesgo de muerte. Aún cuando el la influenza estacional el mayor riesgo de muerte se hubica entre los ancianos, durante las pandemias esto cambia, y mueren más los pacientes jóvenes. En nuestro país parecería estar confirmándose esta tendencia, aunque es prematuro sacar conclusiones todavía. De todas formas, la historia científica de esta enfermedad no permite ser laxos a la hora de enfrentarla. La cosa parece recien comenzar, y muy probablemente en el futuro cercano tendremos nuevas escaramuzas, las cuales esperemos nos encuentren mejor aprendidos.
1- Michael T. Osterholm. Preparing for the Next Pandemic. Foreign Affaire, July/August 2005
2- Novel Swine-Origin Influenza A (H1N1) Virus Investigation Team. Emergence of a Novel Swine-Origin Influenza A (H1N1) Virus in Humans. N Engl j Med 2009; 360:2605-2615
3- Mark A. Miller, M.D., Cecile Viboud, Ph.D., Marta Balinska, Ph.D., and Lone Simonsen, Ph.D. The Signature Features of Influenza Pandemics — Implications for Policy. N Engl J Med 2009; 360:2595-2598