El médico–científico, es una especie en serio peligro de extinción. Lamentablemente la comunidad no repara suficientemente en este problema, aunque sus consecuencias pueden ser poderosamente negativas. En nuestro país, basta con recorrer los hospitales tradicionales o las cátedras de la facultad, para sentir una amarga nostalgia por un pasado cercano, dorado, pero "pasado al fin". No solo la investigación médica, sino también aquellas escuelas de medicina que hicieron historia, con sus dedicados maestros consagrados al estudio y a la enseñanza de los futuros profesionales, todo eso, ya pasó. Sin embargo el problema no es exclusivo de la Argentina; en los Estados Unidos, por ejemplo, hay cifras alarmantes que muestran un alejamiento progresivo por parte de los médicos, de las tareas de investigación.
La cantidad de médicos que solicitan u obtienen becas del Instituto Nacional de la Salud (NIH) se ha reducido progresivamente desde 1970, en relación a otras carreras asociadas a las ciencias biológicas (1). El número de médicos que solicitaron por primera vez una ayuda para la investigación en el NIH cayó un 31% desde 1994, lo que muestra una deserción progresiva por parte de los médicos jóvenes, de los rigores del laboratorio y la recolección de datos. Si se observa a los estudiantes, entre los graduados en 1989 un 14% poseían un fuerte deseo en la investigación como carrera, comparado con un 10% en 1996. El tema de los doctorados es también interesante (2); es verdad que globalmente los estudios de doctorado en el área de las ciencias biomédicas han crecido en las universidades americanas; pero este incremento obedece al mayor número de graduados, y por sobre todo, a la enorme inmigración de doctorandos extranjeros (Ver gráfico); además, la mayoría de las tesis no pertenecen a médicos.
Si no hay médicos dedicados a la investigación, sencillamente es difícil que puedan haber adelantos en el área de salud; el médico es la persona mejor situada para transmitir los conocimientos obtenidos en la investigación básica, a la cama del enfermo y finalmente a la sociedad toda. Y más aún, en definitiva toda la investigación del hombre, en todas las áreas, va orientada hacia el bienestar del mismo, y en ese orden la medicina es una de las profesiones más calificadas para orientar el desarrollo humano: ¿No es fundamental saber si la energía atómica, las ondas de radio, o las emanaciones de la combustión de hidrocarburos, afectan la salud? ¿No es importante acaso saber si es mejor trabajar ocho horas que catorce, si dormir siesta que no dormirla, o si comer grasa que no comerla? ¿Y la seguridad de los autos, los ascensores y los edificios? Indudablemente el desarrollo de las investigaciones en salud, ha sido una fuente enorme de beneficios para la humanidad, y uno de los estímulos más poderosos para la investigación en otras áreas.
Es muy posible que se confundan políticos, economistas y administradores, al ver la actividad académica como un lujo; después de todo, ¿no ha sido la innovación y los departamentos de desarrollo (3), donde hombres dan rienda suelta a sus inspiraciones vocacionales, el motor del crecimiento americano y mundial? Se podrá opinar lo que se quiera, pero el agua potable, las vacunas, los antibióticos, el control materno, y el control de la presión arteria, salvan vidas; y muchas vidas. Es verdad que el gasto en salud es exorbitante; en los Estados Unidos, por ejemplo, este llega al 15% del producto bruto interno; pero probablemente "muchos de los factores que vayan a mejorar la salud y bajar los costos en el futuro, se hallan ligados a nuevos descubrimientos y desarrollos de la biotecnología" (4). Estos avances son impensables al margen de la medicina académica, la cual tiene como sitio natural de su desarrollo a las universidades, los hospitales universitarios, y todo sitio donde se respeten y sostengan las iniciativas personales para conocer más y mejor la realidad, en forma científica.
Entonces cabe cerrar este comentario refiriéndonos a la Universidad. La Universidad es una de las instituciones más características de occidente; su espíritu nació con las preguntas de los filósofos griegos en el siglo VII antes de Cristo, cobró cuerpo en la academia de Platón en el siglo IV, y luego de una larga gestación, dio a luz en Europa, en el 1189 en Bologna, con un edicto del papa Clemente III, y en París, en 1209, con un edicto del papa Inocencio III. La Universidad nació por la vocación por saber, y los edictos intentaron dar independencia a esos jóvenes inquietos, ante la intromisión de los poderes de la época. El problema es que "muchas universidades modernas fueron creadas expresamente sobre principios utilitarios" (5), y habrá que ver si la primacía de la "utilidad" es capaz de sostener el espíritu universitario. ¿Dónde habrá una respuesta, entonces, para la crisis de la medicina académica? ¿Qué nos dirá el que sabe? -"...El sabio indagará la sabiduría de los antiguos..." (6). Así que probablemente debamos consultar un poco la historia.
1. Rosenberg LE: "Physician-Scientist- Endangered and essential". Science, 1999; 283: 331-2
2. Garrison HH, Gerbi SA: "Education and employment patterns of U.S. Ph.D.'s in the biomedical sciences". FASEB J., 1998; 12: 139-148
3. Peters TJ, and Waterman RH: "In search of excellence". New York 1982, Warner Books.
4. Pardes H, Manton KG, Lander ES, Tolley D, Ullian A, Palmer H: "Effects of medical research on health care and the economy". Science, 1999; 283: 36
5. "Inside the knowledge factory". The Econimist, october 4ht, 1997: "A survey of universities"
6. Eclesiastés, 39, 1
Imágen: Número de PhDs otorgados por instituciones anorteamericanas. Los datos corresponden a los años: 1972, 1975, 1980, 1985, 1990, y 1995, y fueron tomados de Garrison HH y Gerbi SA, 1998