Por estos días la OECD publicó un informe que pone blanco sobre negro el nuevo reparto del poder mundial. Se trata del nivel de educación terciaria alcanzado por las principales potencias del mundo. Estados Unidos, que luego de la Segunda Guerra Mundial era cómodo el país donde más jóvenes alcanzaban un diploma universitario, hoy, con el 41% de su población entre 25 y 34 años de edad con título, queda muy atrás de Corea del Sur (63%), Japón (56%), que lideran el ranking mundial. Además, la velocidad de crecimiento de estos países junto con China y la India, hacen que la fuerza laboral calificada se desplace desde Occidente hacia un Oriente que no solo estimula a sus jóvenes a completar sus estudios con un título de educación superior, sino que hoy es la usina de matemáticos, ingenieros, y químicos, más importante del mundo.
La Argentina actualmente no supera el 10 a 12% de su población de 25 a 34 años de edad con título universitario en sus diferentes modalidades. Así las cosas, nos encontramos por detrás de Turquía (17%), a pesar de ser este un país con un PBI per cápita (U$-PPP 13.464/año) inferior al nuestro (Argentina: U$-PPP 15.864/año), y políticamente bastante más joven que nosotros.
El mismo informe expresa que las personas con título corren un riesgo menor de quedar desempleados, y que sus ingresos son, en promedio, superiores a los de la población sin estudios superiores. Luego una consecuencia propia de la falta de compleción de estudios superiores es la inequidad; en general, la mayor parte de la renta tenderá a distribuirse predominantemente entre quienes se graduaron.
Sin embargo, hay una consecuencia adicional de la calificación universitaria de la población activa, que atrae particularmente la atención de los expertos de todo el planeta: ella determinará qué naciones conducirán el mundo del mañana. Y es precisamente esta consecuencia la que debería alertarnos respecto de las posiciones relativas de la Argentina. Porque no solamente Corea, China, o Japón, han pasado a otra categoría; Brasil y Chile se encuentran, pese a sus dificultades, en una carrera no menos vertiginosa por desarrollar sus sistema de educación superior e innovación, y todo parece indicar que las ventajas respecto de notros se acrecientan.
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