Una forma de medir el grado de
inclusión es calcular la proporción de personas en edad de ingresar a la
universidad que efectivamente lo consiguen. Las razones para no entrar a la
universidad serán muchas, desde la falta de terminalidad de la escuela
secundaria hasta la necesidad de trabajar para obtener el sustento. Pero esos
factores determinantes constituyen la materia de un análisis ulterior. En
principio, la proporción descripta corresponde a una “probabilidad”; y ha de
ser interpretada como la posibilidad de una persona en edad adecuada, y dejando
el resto de los factores sin cambiar, de acceder a la educación superior.
La probabilidad de una persona de ingresar al
sistema universitario puede medirse observando la proporción de personas con
algún estudio universitario (completo o incompleto), en relación al tamaño del grupo
etario correspondiente. En este sentido, el grupo de 25 a 29 años representa
razonablemente a las personas que efectivamente iban a completar un estudio
superior, ya lo han hecho, o que si abandonaron la carrera, en su mayoría no
van a retomarla nunca más. Luego la proporción de dicho grupo con estudios
universitarios completos o incompletos representa la probabilidad actual de una
cohorte determinada de individuos, de iniciar los estudios. Esa proporción es
del 17% en las personas entre 25 y 29 años de edad al 2001 (Tabla 6).
La probabilidad asignada a cada grupo etario permite conocer la probabilidad
correspondiente a la década en la cual dicho grupo contaba con 25-29 años de
edad.
Conociendo dicha probabilidad es
posible hacer una proyección con una tasa de crecimiento que hemos calculado en
el 3% por década; esta tasa de crecimiento de la inclusión universitaria de
hecho representa el salto más alto entre dos probabilidades reales dadas, entre
la de las personas que para el año 2000 contaban 30-39 años, y aquellas con 25
a 29 años. Los resultados se muestran en el gráfico, y como podemos ver, para
que la Argentina tenga la misma probabilidad de ingresar al sistema
universitario que posee hoy en día un país del primer mundo (repetimos que
medimos probabilidad de acceso, no de graduación), faltan todavía 60 a 70 años
(esa probabilidad correspondería a la década 2070-2079) (Figura 22).
Continuemos con el ejercicio previo, proyectando el futuro de nuestra educación superior. La situación de los estudios universitarios y terciarios no mejora si se considera la totalidad de la población. Actualmente un 14% de los argentinos de 30 a 40 años de edad posee un título terciario o universitario. Al ritmo que venimos creciendo desde el 1930 tendríamos que esperar al 2090 para alcanzar la proporción que hoy ostentan las primeras economías del mundo (Figura 25).
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