domingo, 16 de septiembre de 2012

Argentinos entre siete mil millones de personas


Según la oficina de población de las Naciones Unidas, en el mundo ya somos 7.000 millones de personas (Ver 7 billion). El hito posee implicancias para el desarrollo, y la salud es la principal responsable del mismo. Porque pudimos llegar a ser tantos, muriendo menos. En los últimos 60 años los seres humanos pasamos de 48 a 68 años de vida promedio, en gran medida por la reducción fenomenal de la mortalidad infantil que pasó de 152 defunciones en menores de 1 año cada 1.000 nacidos vivos por año, al valor actual (promedio mundial) de 43. Consiguientemente aumentó la cantidad de hijos supervivientes por mujer, hecho que disparó la población. Sin embargo los promedios esconden fuertes desigualdades y tendencias particulares.

Desequilibrio


A partir de este 31 de octubre del año 2011, el 90% de los nuevos nacimientos tendrá lugar en países en desarrollo, especialmente en África. Y esto a pesar de la inaceptablemente elevada mortalidad infantil de ese continente, actualmente de 76 defunciones en menores de 1 año/1.000 nacidos vivos (6 veces superior a la Argentina y 20 veces mayor a la de Europa). La razón de la tendencia es doble; por un lado, las mujeres en África tienen muchos niños, y por el otro, las europeas tienen demasiado poca descendencia (1,6 hijos por mujer en edad fértil). Esto sucede, precisamente en medio de una crisis alimentaria de consecuencias potencialmente devastadoras en ese continente.
Mientras la población de África crece, la población de Europa y China se reduce. El caso chino es digno de mención. Allí nacen 120 varones por cada 100 mujeres, lo que hace que la población femenina se reduzca paulatinamente, deteriorando más aun la ya de por sí magra tasa de fertilidad. Las consecuencias de la caída de fecundidad en Europa y China causa el envejecimiento progresivo de sus respectivas poblaciones, afectando su población trabajadora, el financiamiento de su seguridad social, las necesidades de salud, y en definitiva amenazando el crecimiento económico. En 2 décadas el continente africano, con una edad promedio de 20 años, deberá aportar los jóvenes trabajadores de Europa y China, con poblaciones de 40 a 50 años de edad. Esto sirve para poner en perspectiva la prioridad estratégica que tiene el desarrollo social del continente africano para toda la humanidad.

La Argentina


En esta proeza demográfica nuestro país presenta algunas características interesantes. La primera es un crecimiento poblacional relativamente escaso, tan sólo del 10% en la década. Además, la mitad de los nuevos habitantes está en la Provincia de Buenos Aires, principalmente en el conurbano bonaerense, especialmente en los hogares más carenciados. Con esta tendencia, en 20 años la fuerza laboral de nuestro país, de no cambiar la tendencia, estará compuesta por gente mayoritariamente proveniente de los hogares más pobres, hecho que por sí solo patentiza la necesidad de trabajar con urgencia en el desarrollo social integral de nuestros niños, 40% de los cuales son actualmente y oficialmente pobres.
La segunda peculiaridad de nuestro país en este nuevo ciclo demográfico mundial es su papel en la provisión de alimentos. La Argentina debe aumentar su producción alimentaria para mitigar la casi inevitable inflación de precios de los mismos, causa directa de muertes por hambruna en los países más pobres. Además debe desarrollar políticas activas para evitar la pérdida de alimentos en el acopio y transporte, actualmente estimada en 25% del total producido. Por último, debemos propiciar cambios del patrón de consumo que permitan un uso más eficiente de los alimentos en el hogar, a efectos de evitar su desperdicio, responsable de otra importante pérdida de calorías aptas para consumo.
En síntesis, unos pocos humanos agrupados en este bendito país tendremos una gran misión para el siglo que comienza; contribuir activamente a la alimentación de la humanidad, y desmentir así a Malthus, quien predijera que la Tierra no podría alimentar a tantos habitantes. La historia reciente demuestra que los verdaderos responsables de las hambrunas son la incapacidad y la mezquindad, y no el planeta azul, cuya generosidad parece más bien casi ilimitada.

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