Todos
los años un número de argentinos cumple 18 años, edad en la cual habitualmente
se comienzan a cursar los estudios universitarios. De igual manera, todos los
años hay un número de graduados universitarios, que representan una proporción
de los que inicialmente se inscribieron en las casas de estudios. Las personas
que adquieren la edad suficiente como para comenzar estudios universitarios
pero nuca terminan por graduarse, o bien por no haberse inscripto nunca (sea la
causa que sea) o bien por no completar los estudios, resultan la base contra la
cual es posible medir la eficiencia del sistema para capacitar a la población
económicamente activa. La cuenta sería, en su formulación más simple,
graduados/total de la población en edad de recibirse.
La probabilidad de una clase de obtener
un título universitario aumentaba a razón de un punto porcentual por año. A
partir del año 2002, ese aumento se ha desacelerado, y ha pasado a ser de 0,33%
por año aproximadamente. Si se mantiene esta probabilidad, entonces se
aumentará un punto porcentual cada tres años, con lo cual faltan 60 años para
que la probabilidad sea del 33%, como lo es hoy para una nación desarrollada. El gráfico muestra el
incremento de la probabilidad anual de graduación, para un grupo de personas
con edad de obtener un título universitario.
En otro gráfico (Figura 25) se muestra una proyección,
utilizando la tasa de crecimiento promedio del período 1998-2008, que fue de
0,614% por año. Proyectando la evolución histórica, recién para el 2025 recién
tendríamos una probabilidad de graduación universitaria para nuestra población
en edad efectiva de hacerlo, del 24%.
El problema de calidad puesto en evidencia por los rankings internacionales Ver nota en La Nación, es otro componente de criticidad a la situación descripta, que refleja un sistema poco inclusivo.
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