martes, 9 de octubre de 2012

Probabilidad de un Título Universitario en la Argentina

Todos los años un número de argentinos cumple 18 años, edad en la cual habitualmente se comienzan a cursar los estudios universitarios. De igual manera, todos los años hay un número de graduados universitarios, que representan una proporción de los que inicialmente se inscribieron en las casas de estudios. Las personas que adquieren la edad suficiente como para comenzar estudios universitarios pero nuca terminan por graduarse, o bien por no haberse inscripto nunca (sea la causa que sea) o bien por no completar los estudios, resultan la base contra la cual es posible medir la eficiencia del sistema para capacitar a la población económicamente activa. La cuenta sería, en su formulación más simple, graduados/total de la población en edad de recibirse. 
La probabilidad de una clase de obtener un título universitario aumentaba a razón de un punto porcentual por año. A partir del año 2002, ese aumento se ha desacelerado, y ha pasado a ser de 0,33% por año aproximadamente. Si se mantiene esta probabilidad, entonces se aumentará un punto porcentual cada tres años, con lo cual faltan 60 años para que la probabilidad sea del 33%, como lo es hoy para una nación desarrollada. El gráfico muestra el incremento de la probabilidad anual de graduación, para un grupo de personas con edad de obtener un título universitario.


En otro gráfico (Figura 25) se muestra una proyección, utilizando la tasa de crecimiento promedio del período 1998-2008, que fue de 0,614% por año. Proyectando la evolución histórica, recién para el 2025 recién tendríamos una probabilidad de graduación universitaria para nuestra población en edad efectiva de hacerlo, del 24%.


El problema de calidad puesto en evidencia por los rankings internacionales Ver nota en La Nación, es otro componente de criticidad a la situación descripta, que refleja un sistema poco inclusivo.

domingo, 7 de octubre de 2012

Tendencias Decisivas para Nuestro Sistema de Salud

Nos preguntaremos acerca, no ya del sistema de salud del mañana, sino de cuál será, muy probablemente, ese futuro para el cual debemos rediseñar nuestro sistema de salud. Siguiendo las recomendaciones de Mangabeira nos dispondremos en favor “…de una pregunta sobre el futuro”[1] de nuestro país, en algunos aspectos que atañen a la salud de sus habitantes y que contextualizan al sistema.
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[1] Argentina y su rumbo. En: Roberto Mangabeira Unger. La alternativa de la izquierda. Buenos Aires 2010, FCE, Anexo, p.171

sábado, 6 de octubre de 2012

El Hospital Escuela


El hospital escuela es la institución más importante del sistema de salud, dado que es allí donde se forman los actores del sistema del futuro. Sin embargo, la calidad de la atención médica en los hospitales de enseñanza es un tema controvertido: nadie sabe a ciencia cierta si es mejor para los pacientes la presencia de los profesores, supuestamente actualizados y poseedores de cualidades excepcionales, o el entusiasmo inquisidor del estudiante aplicado, o por el contrario ambas figuras agregan agresividad diagnóstica innecesaria y peligrosa impericia terapéutica.


Hay estudios con evidencia en ambas direcciones. Algunos muestran que los hospitales universitarios obtienen mejores resultados en cuanto al cuidado de la salud, y otros que por el contrario muestran peores logros; en este último punto son importantes los trabajos que demuestran un riesgo mayor asociado a infecciones nosocomiales. Se sostiene habitualmente que los hospitales universitarios lidian con enfermos más comprometidos, y por eso sus resultados no son tan buenos como los de instituciones dedicadas exclusivamente a la atención médica. Por otra parte la estructura entre ambos tipos de instituciones puede variar en cuanto a la disponibilidad de tecnología y el volumen de pacientes. Además se espera que los procesos de atención varíen entre los diferentes marcos de atención; sin embargo esta disparidad, corregidas las diferencias de pacientes y estructura, serían las que efectivamente se espera que pudieran explicar resultados diversos. Estas dificultades para investigar el tema se ponen de manifiesto en los resultados heterogéneos que se han obtenido.

Mortalidad comparada entre hospitales de enseñanza y asistenciales

Para contestar a la pregunta de si hay diferencias de resultados en cuanto al cuidado de la salud en medios de enseñanza y medios exclusivamente profesionales,  Papanikolaou y colaboradores (1) llevaron a cabo un análisis sistemático de la literatura publicada hasta la fecha donde se comparase en distintos escenarios, el resultado del cuidado de la salud llevado a cabo en un hospital de enseñanza en comparación con uno estrictamente asistencial. La heterogeneidad de escenarios y patologías fue considerada clave por los investigadores para suplir las falencias de similitud de estructura y gravedad que habitualmente dificultan este tipo de comparaciones. Vale decir que desde el punto de vista estadístico los autores buscaron la homogeneidad que requieren las comparaciones, mediante la heterogneidad de las muestras incluidas.

De 11.594 artículos que de alguna manera comparaban los resultados de hospitales de enseñanza versus hospitales asistenciales, se terminaron incluyendo 132 trabajos que cumplían con los criterios metodológicos de los investigadores. Los investigadores consideraron los estudios independientemente de la variable de resultado que valuase la evolución de los pacientes, pero no tomaron en cuenta tiempo de internación, o costos. La variable de resultado considerada de interés fue la mortalidad hospitalaria. Se calculó el riesgo relativo de mortalidad para cada estudio entre ambos escenarios (hospital de enseñanza y hospital asistencial), y su intervalo de confianza del 95%.

Los estudios evaluaron pacientes con infarto agudo de miocardio, cáncer de páncreas, cáncer de esófago, neumonía de la comunidad, y diferentes tipos de cirugía, entre las que se contaban colectomía, reparación de aneurisma de aorta, revascularización miocárdica, y otras. 

En total, el riesgo relativo de muerte para los hospitales de enseñanza versus los asistenciales fue de 0,96 (IC95%: 0,93-1,00; p= 0,024); sin embargo la heterogeneidad entre los estudios fue muy alta (p= 0,001). En conclusión los investigadores consideran que hay pocas evidencias que sostengan diferencias significativas de mortalidad entre los hospitales de enseñanza y los asistenciales. Si hay diferencias de mortalidad entre ambas estructuras de atención médica, muy probablemente estas sean pequeñas. Salvando algunas diferencias puntuales, como ser la sobrevida para el cáncer de mama y el ataque cerebral, que pareció ser mejor en hospitales de enseñanza, después los logros en ambos tipos de instituciones son similares.

Discusión

Los resultados de este estudio son fundamentales para la evolución del debate respecto de la medicina académica (2). En primer lugar desmitifica las creencias acerca de la morbilidad agregada por la presencia de médicos novatos y alumnos en el cuidado de los pacientes. Por el otro lado la falta de diferencias en cuanto a los logros con los pacientes, podría ser un desaliento para que los sectores privados inviertan en las prácticas de enseñanza, las cuales podrían ser muy costosas y, desde el punto de vista de la salud de los pacientes, aparentemente innecesarias. Igualmente es necesario aclarar que los autores no incluyen datos de países sub-desarrollados, lo cual sesga las interpretaciones que se hagan ya que las investigaciones incluidas involucran países con muy altos estándares basales de salud; si lo mismo va a ser reproducido en países pobres, es una incógnita.

En conclusión, si de resultados se trata, parece innecesario poner alumnos, residentes, docentes, e investigadores en los hospitales; parecería suficiente con dotarlos de buenos profesionales y dedicarse a la asistencia. Este hecho, no obstante, crea incertidumbres respecto del desempeño general del sistema de salud, el cual podría llegar a ser concebido por algunos al margen de las costosas e inocuas actividades académicas. En definitiva, los médicos seguiremos formándonos en Hospitales Escuela, o... quizás lo que en realidad se ponga en riesgo es la identidad misma del médico.

Bibliografía

1 - Papanikolaou PN, Christidi GD, Loannidis JPA. Patient outcomes with teaching versus non-teaching healthcare: a systematic review. PLoS Med 2006; 3 (9): e341. DOI: 10.1371/journal.pmed.0030341
2 – Awasthi S, Beardmore J, Clark J, Hadrige P, Madani H, et al. Five futures for academia medicine. PLoS Med 2005; 2: e207. DOI: 10.1371/journal.pmed.0020207

lunes, 24 de septiembre de 2012

Nivel Educativo de Nuestra Población Económicamente Activa

Es razonable asumir que el máximo nivel educativo alcanzado en el grupo de Argentinos con edades comprendidas entre los 25 y los 49 años de edad (unos 13 millones de compatriotas) representa el nivel educativo medio de nuestra fuerza productiva. Para los 25 años de edad la enorme mayoría habrá completado su formación, y las personas que cuentan casi 50 años de edad todos completaron sus estudios en democracia. Este grupo representa bastante bien el desempeño de nuestro sistema educativo en los últimos 30 años, y por otro lado representa el eje de nuestra capacidad productiva en términos de capital humano.
Pues bien, los datos del censo 2010 son bastante alarmantes. Del total de Argentinos de 25 a 49 años de edad, el 54% tiene secundario incompleto o menos (!). Un 22% de la población únicamente posee secundario completo. Tan solo el 15% completó un terciario o un universitario (8%) de la población. Esta es la "proeza" de nuestros últimos 30 años.




miércoles, 19 de septiembre de 2012

Universidad e Inequidad, una verdadera tragedia

El censo 2010, comparado con el ceno 2001, permite ver con claridad que la inclusión universitaria no aumentó prácticamente nada en los últimos 10 años. Sigue siendo inferior al 10% de la población de entre 35 y 50 años de edad la proporción de graduados universitarios en la Argentina. El gráfico que se expone a continuación es elocuente. Por otro lado, un progreso tan pobre del indicador en una década señala una tendencia muy mala; esto significa que no tendremos una población económicamente activa con 30% con título universitario ni en dos siglos, como explicaba en el post anterior. 



Por el otro lado, al analizar el nivel de inclusión universitaria de acuerdo al grado de pobreza, de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares, se puede observar que un joven del decil más rico tiene 10 a 12 veces más probabilidades de ingresar a la universidad que uno proveniente del decil de hogares más pobre. Esto constituye inequidad estructural. 
Es imperioso plantearse una nueva política universitaria que obtenga progresos reales en lo que constituye una de las herramientas más eficientes para redistribuir el ingreso, y el ejercicio efectivo de la autonomía.