El centro de pensamiento del Ministerio de Defensa Británico predijo en el 2006 que el mundo evolucionaba hacia revoluciones frecuentes, iniciadas por jóvenes insatisfechos y propagadas viralmente por nuevas tecnologías de la información. Hemos asistido en los últimos dos años a dos tipos de explosiones revolucionarias juveniles en el mundo, con violencia, y móviles diversos; pero el componente común fue el demográfico.
Tunes primero, luego Egipto, y Argelia en lista, ahora Siria, recorren el arco de la denominada “primavera árabe”, y muestran las dificultades de gobernar un mundo, con nuevos medios de comunicación, pero sobre todo, con una demografía inédita. No se trata de redes sociales, Internet, o mensajes de texto; ni siquiera de profundas ideologías revolucionarias (que no las hay). El ingrediente infaltable es una extensa juventud decepcionada. Sin embargo, este gérmen revolucionario, debido a las tendencias demográficas actuales, se vuelve escaso en algunos sitios y superabundante en otros; y la Argentina tiene aquí un problema.
Los países con mayor juventud se caracterizan por mayor violencia y reclamo social más belicoso. Desde 1995 los conflictos civiles armados graves y los grupos radicalizados florecen en países como Palestina (edad media: 16.8 años), Afganistán (18.1), Irak (18.8), y Pakistán (18.9). Allí el ciudadano promedio es un adolescente sin horizontes de desarrollo. Egipto, donde el ciudadano promedio tiene 25 años de edad, confirma la tendencia.
En París también, cuando fue el incendio de autos por parte de los hijos de inmigrantes, el protagonista era un joven sin futuro y desenganchado de las posibilidades de su sociedad, cual son educación y empleo. En estos momentos Israel presencia una agitación de este tipo, similar a los “indignados” de España.
Ahora bien, en la otra parte del mundo la juventud escacea. Y no es ilógico pensar que, o bien marchamos hacia una glacial quietud, o bien hacia la colición. Para el 2050 se duplicará el número de mayores de 65 años. China lleva 20 años con fertilidad baja, disminuyendo la cantidad de chinos de 20 y 30 años de edad y aumentando los mayores de 60. Rusia también envejece. Actualmente nace un 40% menos de japoneses que en 1950, y para el 2030 la edad media allí será de 52 años. Para entonces tendrán edades promedio por encima de los 50 años países como Taiwan (56,3 años), Hong-Kong (54), Alemania (51,8) y toda Europa, y el sudeste asiático. Esta parte del mundo perderá mucha de su iniciativa transformadora y entrará en lo que se ha denominado como “paz geriátrica”.
Los jóvenes y la Argentina
La Argentina también envejece. La edad media de nuestro país es 30 años, superada por Chile (32) y Cuba (38 años, el más viejo de la región). Para el año 2050 tendremos 1 de cada 5 Argentinos con más de 64 años de edad, y más jubilados que menores de 15 años; entonces, ya con 50 millones de habitantes, tendremos casi 10 millones de personas mayores. Entre el 2008 y el 2040 nuestra población mayor de 65 años aumentará un 89%, pero el país entero sólo el 25%.
La Ciudad de Buenos Aires ilustra el fenómeno. De acuerdo al Ministerio de Salud de la Nación, su tasa de fecundidad es 1,8 hijos por mujer. Consecuentemente la población tiende a reducirse, ya que para el simple recambio hacen falta 2,1 hijo por mujer. Además, el 14% de todos los Argentinos que muere luego de los 84 años de edad lo hace en la Ciudad de Buenos Aires, que representa 7,3% del país. Solo 17% de los porteños tiene menos de 15 años de edad, y en el hogar promedio de la Ciudad viven de 1 a 2 personas. Estos signos de envejecimiento se repiten en casi todas las regiones urbanas económicamente desarrolladas del país.
Pero hay otra Argentina. Con tasas de fertilidad de 3,4 hijos por mujer como en Misiones o Formosa. Una Argentina donde el 38% de la población es niño o adolescente (el Noreste). Y que viven en nuestras grandes ciudades. En los barrios de Soldati, Lugano, o Riachuelo, por ejemplo, la población creció 14,26% en la década, mientras que Recoleta perdió 2.000 habitantes. Estos sectores de alto crecimiento vegetativo, alta inmigración, y mayor juventud, se repiten en los asentamientos informales y villas de nuestro país, donde las familias son, a su vez, numerosas. Hay una Argentina joven, aunque económicamente pobre, y con fuertes carencias de salud y educación.
Choque generacional
En África una extensa juventud irrumpe contra envejecidas estructuras políticas. Allí se da una especie de choque de clases donde seguramente hay divisiones económicas, pero donde la gran distancia es generacional. En el Reino Unido, una sociedad donde la herencia define generaciones de millonarios y amplias desigualdades sociales, también la violencia sacude a la sociedad. En la Argentina, la tormenta demográfica se está gestando. La mayoría de los jóvenes son pobres y sistemáticamente excluidos del empleo formal y las ventajas de la educación de excelencia. Y sus perspectivas son desalentadoras; la proporción de graduados universitarios prácticamente no aumenta, sus expectativas de vida son 10 años inferiores a las de la clase media, y los salarios exiguos. Falta que la chispa de la tecnología coordine su insatisfacción. Y, a juzgar por los acontecimientos globales, o cambia la política, o ese día llegará inexorablemente con toda la fuerza de la juventu
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